28-10-2016

LA VARIABLE SUBJETIVA

A sólo dieciséis años del inicio de un nuevo siglo y milenio, que en cierto modo ha venido a instaurar una nueva era en diversos aspectos, en materia organizacional las empresas deben enfrentarse a las exigencias impuestas por el desarrollo tecnológico, cuyo avance es vertiginoso y no les permite terminar de adaptarse a un nuevo escenario, puesto que el mismo va mutando en forma incesante.


Es decir, que no sólo se ven obligadas a renovar su infraestructura, sino que a la vez deben desarrollar la agilidad suficiente como para acompañar esa demanda de adaptación continua, que les impone adecuar tanto la gestión de la información como del conocimiento, a lo que se les agrega, y este es el punto nodal de nuestro análisis, la necesidad de redoblar sus esfuerzos con el fin de promover una nueva concepción del contexto y a partir de allí, redefinir el rol de las personas.

Que las empresas deben procurar elevar sus índices de productividad y de ventas, lograr una mayor eficiencia y brindar un servicio con altos estándares de calidad no es ninguna novedad, pues se trata de la aspiración que deberían tener los encargados de dirigir los destinos de las mismas. Pero esta aspiración requiere que desde esos estratos decisores, se instauren modelos de gestión tendientes a promover la participación de todos los que estén dispuestos a involucrase en el desafío que propone el nuevo escenario empresarial y, a la vez, identificar a aquellos que no lo están. Por ello y para ello, será vital comenzar a reconocer al factor humano, como la principal ventaja competitiva que se posee. Aunque hasta el momento debo admitir que dicha percepción, a juzgar por los hechos, tiene más de pretensión idealista que de realidad, pues de momento no ha comenzado a mostrar evidencias.

No tengo dudas de que este es el rumbo; sin embargo, la cuestión esencial será que todos podamos tomar verdadera conciencia de ello. Para lograr comprender más acabadamente esta apreciación, bastaría con pensar en dos o más organizaciones que compitan en un mismo mercado, que se fijen metas similares y que, en consecuencia, tengan resueltos aspectos objetivos tales como locación, infraestructura y tecnología, y que a la vez estén conformadas por dotaciones similares ¿cuál cree que resultará más exitosa? La respuesta posible es sólo una: aquella que cuente con el personal más idóneo, más motivado y más comprometido. Es decir, que son los individuos los que marcan la diferencia, porque constituyen la que yo llamo: “variable subjetiva”. En otras palabras, las personas conforman el capital más valioso que poseen las empresas.

Entonces, aquellas que pretenden alcanzar el éxito, podrán reunir todo lo accesorio y necesario para desarrollar su actividad; es decir que si quieren cumplir con su objetivo, incorporarán la tecnología y demás cuestiones que consideren esenciales; pero en la gente y en la detección y posterior desarrollo de su potencial y su consecuente motivación, se concentrará la verdadera diferencia. Por ello, del trato que se les dispense a los trabajadores, del ámbito y el ambiente laboral que se les ofrezca, del bienestar que se les provea y de la información que se les comparta, dependerá, en gran medida, que éstos alcancen sus mayores estándares potenciales. Y es aquí donde se vuelve vital la gestión del líder, ya que es el verdadero artífice de propiciar todas estas condiciones tan necesarias para lograr que los colaboradores se sientan a gusto y fortalezcan de ese modo su compromiso y sentido de pertenencia para con la compañía.

En este sentido, será fundamental que las organizaciones cuenten con líderes que detenten capacidades tales, que les permitan descubrir e identificar aquellas oportunidades que faciliten la adaptación al dinamismo en el que están inmersos. En resumen, si el contexto exige un cambio continuo, los jefes no están a salvo de esta exigencia y sólo en la medida en que comprendan que es inevitable reinventarse día a día, podrán llevar a cabo una labor eficiente y focalizada en el capital humano que les reporta, y consecuentemente lograrán convencer a su equipo de colaboradores, acerca de la importancia de involucrarse, a partir de interiorizarlos respecto de la estrategia que persigue el negocio.

Concluyendo, podríamos afirmar que toda esta vorágine en la que se encuentran sumergidas las empresas en la actualidad, impactan en forma directa y artera sobre los perfiles profesionales de sus trabajadores, de sus mandos medios y de sus directivos. Pero tal vez sea a los jefes y a los gerentes, por el rol estratégico que desempeñan, a quienes el entorno más les exige por estos días desarrollar una capacidad tal que les permita obtener el mayor rendimiento de cada uno de sus reportes directos, a partir de promover su crecimiento tanto personal como profesional, para luego potenciarlo a través de la labor conjunta con el resto de sus pares, refrendando la prédica el principio de la Gestalt, según el cual “el todo es más que la suma de las partes”.

Rodrigo Bigliani
Creador y Coordinador General de la consultora “BIG TEAM Human Resources”.
Consultor especialista en optimización de procesos de gestión de capital humano y desarrollo organizacional.
Autor del libro “Educando a mi jefe” (Editorial Dunken – 08/2013).
Coordinador de la Comisión de RSE de la Sociedad Argentina de Gestión de Personas.

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