Recordemos que el Poder Ejecutivo otorgó distintos beneficios para los empleados en relación de dependencia. Por ejemplo, quienes cobraron salarios brutos menores a $ 15.000 entre enero y agosto de 2013 dejaron de pagar Ganancias a partir de septiembre.
El mecanismo elegido para reducir el impacto de Ganancias tiene varias inconsistencias. En primer lugar, el impuesto depende del sueldo bruto y no de la ganancia. Por lo tanto, si dos empleados tienen la misma ganancia neta pero cobran sueldos brutos distintos (uno por debajo de $ 15.000 y el otro por encima), serán tratados en forma desigual. Uno pagará impuesto y el otro no.
Otra debilidad se genera porque el beneficio es ilimitado. El empleado que cobraba menos de $ 15.000 y luego de septiembre 2013 pasó a cobrar un sueldo mayor (por ejemplo $ 20.000), siguió aprovechando el beneficio de no pagar Ganancias. En este caso la desigualdad es evidente porque este empleado se verá beneficiado con relación a quienes cobraron $ 15.500 entre enero y agosto. Si ambos empleados tienen hoy el mismo salario bruto, por ejemplo $ 20.000, uno pagará Ganancias y el otro no.
Estas inconsistencias y desigualdades se pueden agudizar por aumentos nominales de salarios y por la falta de actualización de la escala progresiva del impuesto y de ciertas deducciones (seguro de vida, intereses hipotecarios, etc.).
Si el Estado quiere seguir favoreciendo a los empleados con una reducción en Ganancias, sería conveniente que en lugar de “actualizar el piso de $ 15.000” retome los principios básicos del Impuesto a las Ganancias y contemple un nivel de capacidad contributiva acorde con las necesidades de un grupo familiar.
Resulta difícil de comprender que el Estado no actualice la escala progresiva de Ganancias ni las deducciones cuando el INDEC informó que la inflación de Enero 2014 fue del 3,7%.